
Con formación en automatización industrial y electrónica, Tommaso Bonuzzi se incorporó a Salvagnini en 1996 y comenzó su carrera como gestor de proyectos. Lo que le impulsó desde el principio fue la curiosidad por saber por qué los clientes elegían soluciones específicas y cómo se podía perfeccionar la tecnología para adaptarla a sus necesidades cambiantes. Con los años, acumuló una profunda experiencia internacional, especialmente en el norte de Europa, donde trabajó estrechamente con fabricantes de primer nivel y pioneros industriales. Su trayectoria ha estado marcada por una interacción constante entre la innovación de productos y el valor para el cliente, la cultura de servicio y el pensamiento sistémico. Tommaso entiende que, para seguir siendo competitiva, una oferta debe evolucionar no solo en sus características, sino también en los valores que expresa: eficiencia, pero también sostenibilidad, respeto por las personas y visión a largo plazo. Estos son los pilares de su experiencia y las coordenadas que utiliza para navegar por el cambiante mundo de la transformación de la chapa.
Creo que el sector de la chapa metálica se encuentra en una encrucijada crucial. Ya no basta con ofrecer precisión o velocidad, nuestro reto es dar un sentido. Como fabricante italiano que opera en un mercado de vanguardia, debemos ser algo más que métricas de producción. Debemos construir sistemas que duren, que respeten el medio ambiente y a las personas que los utilizan, que den poder a las empresas sin comprometer la ética. En este contexto, veo la tecnología no sólo como una herramienta, sino como una responsabilidad. Las máquinas que diseñamos ayudan a los clientes a reducir los residuos, mejorar las condiciones de trabajo y aprovechar nuevas oportunidades. Así es como seguimos siendo relevantes. No eligiendo modelos de bajo coste, sino subiendo el listón. Nuestra fuerza reside en nuestra capacidad para escuchar, adaptarnos y aportar innovaciones no sólo técnicas, sino también culturales. Porque el futuro de esta industria no lo determinarán sólo las máquinas. Estará determinado por los valores que decidamos integrar en ellas.